miércoles, 24 de enero de 2018

Dios tiene el control.

«Encomienda a Jehová tu camino, confía en él y él hará». Salmo 37: 5, RV95
Hace un tiempo recibimos el sábado en la habitación de hospital donde papá estaba ingresado. «Te quiero mucho, te veo en un rato», le dije al marcharme. «Gracias, y yo a ti», me contestó devolviéndome la sonrisa. Sabía que sería la última vez que nos escucharíamos decir esas frases que tanto nos habíamos repetido. En enero de 2015 diagnosticaron a mi padre cáncer de colon y, para entonces, la enfermedad ya se había extendido a varios de sus órganos. El pronóstico no era nada bueno, pero el Señor tenía otros planes para él y, desde el día en que fue diagnosticado hasta la mañana de sábado en que descansó, Dios se mostró ante nosotros en forma maravillosa. Puede parecer imposible sacar algo bueno de una situación así, pero puedo garantizarte que, a través de mi padre, yo «he visto» a Dios. Dependencia absoluta del Señor. Esa fue la actitud que adoptó papá desde el primer minuto. En cada conversación, ante cada noticia médica que recibíamos, en cada experiencia diaria, él solo repetía una frase: «Dios está al control». Dime, ¿no te parece que esta es una técnica ideal para enfrentarte a los problemas que tienes hoy? No esperes a que la cosa se tuerza demasiado; levántate cada mañana y pon tu vida en manos de Dios, y sentirás que todas las cosas son posibles, que los problemas no son el fin, que no hay por qué rendirse… En fin, Dios se manifestará en tu vida y te susuirará cada día: «Donde tú no llegues, llego yo». En los veinte meses de batalla, en todo cuanto hizo y dijo, papá mostró confianza plena en Dios. No dejó de reír, de trabajar ni de ayudar. Falleció con una sonrisa dibujada en el rostro y, a pesar del dolor tan desgarrador que siento al escribir estas líneas, yo he decidido seguir su ejemplo y colocar mi vida en manos de Dios. Sé que veré a mi papá dentro de poco, cuando Cristo venga. Mientras tanto, saber que nuestro Creador lo tiene todo bajo control, que ha pensado en cada detalle, que sufre y se alegra con nosotros y que conoce el porqué de todas nuestras preguntas, constituye una experiencia que no tengo palabras para explicarte; tienes que vivirlo, y hoy te invito a hacerlo. ¿Te animas? Marta (y Juanjo) Reta, España

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